QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Arbol de Navidad

 

 19 de diciembre, 2015

 El árbol luciendo en la plaza del pueblo

 

 

 

 

 

 

 

 

Instantáneas y momentos del proceso de la pingada del árbol de Navidad desde su ubicación en el pinar de los Quemados hasta su destino, la plaza del pueblo.

 

  

 

En la foto algunos de los colaboradores posando para la posterioridad después del esfuerzo realizado. Posteriormente vendría la cena de la Peña El Coyote para reponer fuerzas. Salud para cumplir. Y dese e ilusión por seguir pensando por y para el pueblo. El esfuerzo y la dedicación serán reconocidos.

Fotos: Marta Gañán

 

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Celebración de la Machorra y comida de Todos los Santos

 

2 de noviembre, 2015

 

La tradición de correr la Machorra va consolidándose. Para este año, Nines preparó un par de talleres de maquillaje y calabazas para los chicos, que salieron tan bien caracterizados que la oveja salió disparada cuando les vio de tal manera. El recorrido por las calles del pueblo fue visto y no visto porque duró el tiempo que la oveja tuvo la oportunidad de despistar a sus perseguidores y salir de estampida. 

 

 

La Machorra va congregando año tras año a un mayor número de espectadores que se dan cita para ver las evoluciones del animal sobre las calles del pueblo. Ejemplo de ello fue el casi centenar de personas que se reunieron en torno a la mesa para degustar la cena. Ambiente de cordialidad el que se vivió en la mesa que precedió a la corrida de la oveja.

 

  

 

 

La comida del día de Todos los Santos también congregó a medio centernar de personas que se sentaron a la mesa para degustar la sabrosa paella preparada por el chef Constan, experto en lides culinarias. Había que celebrar la que durante tantos años fue la caldereta de la Machorra, cuando se sacrificaba después de haberse dado una buena carrera por las calles del pueblo.

 

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Celebración de la antigua fiesta de octubre

 

23 de octubre, 2015

 

 

 

 

 

Rememorando las costumbres y tradiciones del pueblo, el pasado domingo día 25 tuvo lugar una comida popular para conmemorar la que antaño fuera antigua fiesta principal del pueblo, que tenía lugar los días 20 y 21 de dicho mes. En ella participaron medio centenar de comensales que dieron cuenta de la caldereta preparada por un equipo de personas que se encargó de darle consistencia al guisado. Una comida de hermandad que vino a ratificar el paisanaje entre la gente y ambiente amigable que reinó entre los asistentes. Tras la comida tuvo lugar el encuentro con las cartas para darle un aire festivo al evento. No hubo gaita ni tamboril, pero lo suplió la buena cordialidad reinante. Es de considerar, y de agradecer, que la gente del pueblo que perdura y siente su presencia continúa consevando y potenciando el abanico de costumbres y tradiciones que lleva aparejado el calendario festivo.

 

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Celebración del día de la Atalaya

 

14 de mayo, 2015

 

Como ya es tradicional, la Atalaya es una de las costumbres más arraigadas al calendario festivo del pueblo, que aún sigue vigente. Perdura desde tiempos remotos y tiene unas connotaciones religiosas y lúdicas. Se desconoce su origen, así como también el motivo que generó el evento. Antiguamente, el día de la Atalaya tenía lugar la víspera de la Ascensión (miércoles y jueves) y constituía la segunda fiesta de Quintanilla. 

En la imagen se ve una instantánea de la procesión con todas las insignias (pendón, estandarte, Cristo y la Cruz que portan Satur, Inocencio, Alejo y Bernardino) así como la Virgen de la Piedra, san Joaquín y santa Ana, que portan las mujeres. 

 

 

Desde la iglesia se baja hasta la Ermita, donde tiene lugar la ceremonia religiosa. Una vez acabada la homilía, en la Ermita permanecen las imágenes y las insignias son portadas por los hombres hasta la Atalaya. En el trayecto, hasta lo alto de la loma de la Floriana, se va rezando el Vía Crucis, al tiempo que las campanas comienzan a repicar. A partir de aquí la comitiva se relaja de la oración hasta un par de hectómetros antes de llegar a la Atalaya.

 

 

Según la tradición, en esta comitiva sólo pueden asistir los varones, no es cosa de machismo sino de lo ancestral de la costumbre que así se ha transmitido de generación en generación. Hablábamos de motivos y posibles connotaciones. Puede tratarse, dentro del entorno de la antigua fiesta, de un encuentro entre padres e hijos en el que la ausencia de las mujeres se dea a la manifiesta separaciónd de sexos que se percibía antiguamente.  

 

 

Otras hipótesis guardan connotacion con hechos históricos, y más concretamente con la partida de las huestes hacia la guerra contra los moros. Durante la Edad Media fueron frecuentes en esta zona de línea fronteriza del valle del Duero. Antes de la partida, los guerreros oían misa acompañados de las mujeres, acto seguido éstas entregaban las viandas a sus acompañantes que partían a la batalla enarbolando el pendón y otras insignias.

 

 

El motivo de la celebración también prodría deberse a la conmemoración de alguna batalla. No se tiene conocimiento de ello. Pero el entorno de la Atalaya fue motivo de un largo litigio entre el Concejo del pueblo y el del Honrado Concejo de la Mesta porque el pueblo había roturado un terreno por donde pasaban las merinas y entendía la Mesta que era cañada no podía levantarse. Sucedió allá por el año 1598 y después de tres años de pleitos, la Real Chancillería de Valladolid acabó dando la razón al común del pueblo por considerar que era un terreno concedido por la condesa Sancha Ballestero, mujer del conde Fernán González, al pueblo para su repoblación.

En la iglesia de San Miguel de San Esteban de Gormaz, a la que perteneció el pueblo como parroquia durante cientos de años, se hacía en todas las misas festivas un responso por este motivo.  

 

 

Antes de llegar a la cima de la Atalaya se reanuda la oración del Vía Crucis, se vuelve a enarbolar el pendón y el resto de insignias se elevan al tiempo que las campanas vuelven a sonar, hecho que finaliza cuando se llega al pie de la torre vigía.

 

 

El séquito, cansado, se siente ansioso por alcanzar la cima en el último tramo más empinado hasta llegar a la Atalaya. Se tienen bien merecido el opíparo almuerzo que viene a continuación y el tiempo de relajación que le sigue. Momento siempre oportuno para la conversación, el conocimiento de la gente forastera que se da cita, y en general el buen ambiente reinante en una jornada de hermandad entre aquellos que se dignan acudir a la romería, de lo cual la gente del pueblo se siente muy agradecida por su presencia. Saben que siempre serán bienvenidos, si bien han de saber también que esta tradición tiene unas normas que es preciso cumplir por parte de todos para no perder su esencia.  

 

 

 

Tras dar cumplida cuenta del almuerzo y encandilados los ánimos, el regreso se hace más distendido. Se vuelve a tomar las insignias y se regresa por el mismo camino. Los mismos pasos que a la subida, la continuación del Vía Crucis, la oración, el tañido de las campanas, el espacio del descenso, la vuelta a enarbolar insignias y pendón y el final del Vía Crucis hasta llegar a la Ermita. Se canta la Salve, momento muy emotivo que templ el ánimo, se dejan todas las insignias y se sigue camino hasta el pueblo.  

 

 

Esta imagen, de tiempo pasado, dignifica el motivo de una tradición que lleva implícito un sentir popular hacia el buque insignia de arquitectura del pueblo. 

 

 

Por la tarde, momento que recoge la fotografía, se baja a por las imágenes y las insignias que quedan en la Ermita. Vuelven las mujeres al escenario de la solemnidad. Se reza, se vuelve a cantar la Salve y en procesión rezan y cantan. Se regresa al pueblo para dejar en la iglesia a la Virgen y al resto de las imágenes e insignias. Se reza y se canta de nuevo y después del largo episodio se da por concluida la celebración. Una celebración emotiva y sentimental que embriaga el ánimo y dignifica la ceremonia que sigue gozando de la preferencia de quienes participan en el evento. ¡¡¡Que siga vigente!!!

 

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Celebración de San Isidro y Bendición de campos

 

15 de mayo, 2015

 

Dos tradiciones que no han perdido todo su peso en el calendario de costumbres del pueblo son aquellas que están relacionadas con el mundo agrario, base que fuera y sigue siento sustento familiar de la gente que vive en el entorno. Se trata de San Isidro y la Bendición de campos (días 15 y 3 de mayo, respectivamente).

Tras la ceremonia de la misa, la procesión parte hacia la Cruz, paisaje enclavado a las afueras del pueblo. El día era apacible por el sol pero el viento hizo que el pendón, portado por Agustín, costara lo suyo mantenerlo erguido.

  

  

La comitiva desplazándose hacia el punto de encuentro de la bendición. Abdón porta la Cruz, Alejo el Cristo Crucificado, y Juan el Estandarte. Tras ellos, San Isidro llevado en andas por las mujeres. Durante el trayecto se ora y se canta, en especial la canción dedicada al santo patrón. Toda una retahíla de estrofas de contenido peticionario para salvar los campos. 

 

Glorios santo, pobre y honrado, que desde el cielo todo lo ves, mándanos agua a nuestros campos si necesitan alguna vez... ¡Oh, San Isidro, por los labriegos de Quintanilla, rogad a Dios!  

   

 

En la imagen se aprecia la procesión que solemnemente participó en la bendición. Nutrido grupo de gente teniendo en cuenta la población que reside en él.

   

 

Las canciones y la oración siguen resonando en el aire nítido y puro de la tarde, embriagas por el olor del tomillo y del resto de hierbas que se hallaban en todo su esplendor.

En la imagen, Evelia, Milagros, Clemen y Bienve, portando las andas de San Isidro.

 

 

Una imagen testimonial del momento en el que la comitiva se acerca al lugar donde tendría lugar la bendición. El aire impetuoso seguía haciendo de las suyas, pero Agustín supo mantener el tipo para que el pendón no pudiera con él.

 

 

 

El pendón junto a la Cruz de la Bendición de campos. Antiguamente en la Cruz de madera se grababan cuatro pequeñas cruces, una a cada cara del madero vertical, y en cada una de ellas se colocaba una cruz hecha de cera de vela de cuarterón, de aquella enroscada que antiguamente se usaba para iluminar en la oscuridaz. Una vez acabada la ceremonia, había quien/es se escondía/n para llevarse las cruces antes de que se las quitaran otros. 

  

 

Lucas, el cura que ofició la ceremonia, bendice cada uno de los puntos cardinales del término hisopo e incienso en mano, al tiempo que se va rezando para que la protección se haga realidad, aunque no siempre se cumpla, como ocurrió en esta ocasión

 

 

Otra instantánea de la bendición. Cada vez que se reza hacia cada uno de los puntos cardinales, los asistentes van girando el cuerpo para mirar hacia el lugar que se bendice.

 

 

Aquí se aprecia uno de esos instantes en el que el sacerdote, con el incienso levantado, va bendiciendo los campos.

 

 

Otro momento de la celebración. Una vez acabada la ceremonia y bendecidos los camos, los asistentes suelen coger tomillo bendecido que después se guarda en algún rincón de la casa o se utiliza para guisar... ¡con más sabor y protección para el cuerpo!

 

 

De vuelta al pueblo por el mismo camino. Una imagen que marca el sentir de un pueblo que sigue creyente, poniendo su fe al servicio de sus santos protectores para beneficio de sus bienes. El canto y la oración siempre presentes.

 

 

No sería un san Isidro normal si no hubiera "sembrada" de caramelos, como a la antigua usanza,  sólo que entonces tenía lugar durante la procesión alrededor del pueblo y ahora se lleva a cabo en la plaza. Juan Aguilera fue el sembrador que se encargó de esparcir la plaza de caramelos para deleite de los más pequeños, especialmente. 

 

 

Años atrás se tiraban confites y caramelos, y cuando acababa la procesión había rebusque de aquellos que habían ido a caer en terreno baldío porque se metían en los lugares más recónditos. 

Aquí se aprecia cómo Joaquín Liaño parece decirle algo al sembrador, quizá que no los tire todos en el mismo terreno y sí donde a él le gustaría que cayesen, en el suyo. 

 

 

Hemos querido insertar esta imagen para vel el contraste entre antaño y la actualidad. Ya no hay animales de tiro, pero de esta forma se les engalanaba a la yunta de machos para la celebración de la ceremonia. Bien lujosos iban ellos. Eran otros tiempos... Y si no que se lo pregunten al gañán Andrés y a Eusebio, con barba, haciendo de labrador de unos campos que siguen donde siempre pero con otros métodos de cultivo y mecanismos para labrarlos.

 

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 Pingada del mayo 

 

1 de mayo, 2015

Todo empezó con una propuesta y acabó haciéndose realidad

 

¡¡¡El Mayo vuelve a pingarse 30 años después!!!

 

El pueblo ha recuperado una tradición olvidada durante tantos años, una de las muchas que completaron el calendario etnográfico y folklórico. Mayo ha venido siendo uno de los meses más recargados de eventos laicos y religiosos que dieron ambiente y colorido al mes de las flores, al mes de la regeneración. 

 

 

Precisamente pingar el mayo tiene que ver con la explosión de la naturaleza y con la fertilidad. Se le considera un rito viril y antiguamente tenía connotaciones totémicas a la divinidad primaveral o de los árbloes. Años atrás los mayos fueron una tradición muy extendida por gran parte de la geografía española. Cada una, localmente, tenía sus características en torno a este evento. 

 

 

El mayo sería una de las muchas tradiciones que corrieron a cargo de los mozos. Eran ellos quienes se encargaban de buscar un buen ejemplar de chopo y solicitarlo al pueblo, si era de su propiedad, o comprarlo si era de un particular. Se tenía en cuenta el tamaño y la forma del mismo para que en la medida de lo posible lamara la atención una vez pingado o erecto. 

 

 

 

Pingar el mayo requiere esfuerzo, maña y mucha precisión para evitar incidentes. No sería la primera vez que fuera a caer sobre el tendido eléctrico. Durante los últimos años se pingó en el centro de la plaza, pero en otros tiempos se erigía en el lugar más alto del entrono del pueblo, allí donde más llamara la atención. El mayo permanece in situ desde el día primero del mes hasta el último. Cuando llegaba a su fin, los mozos optaban por venderlo al mejor postor. 

 

 

Queda dicho que pingar el mayo era cosa de los mozos, pero como en la actualidad no podrína hacerlo por sí solos, por el escaso número de ellos, todas las personas disponibles, solteros/as y casados/as unen su esfuerzo paya conseguirlo. Después cantarán aquello de 

        Vítores al mayo que te empinaron/pero fue con la ayuda de los casados

 

La recuperación de este año ha contado con la colaboración de prácticamente la totalidad de las personas que había en el pueblo, quienes arrimaron el hombro para hacer posible que el mayo no pudiera desviarse de su ubicación. No es tarea fácil. Hacerlo encajar en el agujero y levantarlo con templanza tiene sus trucos. Sogas, escaleras, palos, paciencia, orden y mando para trabajar con cordura y conseguir el propósito sin incidentes. 

  

 

Es una satisfacción poder observar el mayo pingado sin haber ocasionado problemas. Justa recompensa al trabajo bien organizado porque siempre puede acarrear algún contratiempo. La estructura del chopo condiciona el manejo del mismo para llevarlo a su objetivo. En el pueblo, el mayo siempre ha sido un chopo; en otros lugares suele ser un pino. 

  

 

 

Acabado el trabajo, los participantes quedaron expectantes mirando el árbol erguido en el centro de la plaza. No digamos exhaustos, pero sí contemplativos ante el logro que acababan de realizar. Romper de un plumazo con el reniego de una tradición que fue símbolo de la idiosincrasia del pueblo. Quintanilla puede sentirse muy orgullosa de todos cuantos participaron en la recuperación de esta tradición antiquísima. Confiemos en que se mantenga en lo sucesivo para ganar crédito en todo tipo de manisfestaciones tradicionales. Tradiciones que no deberían perderse sino transmitirlas a las nuevas generaciones para que mantengan vivo el legado del pueblo y de sus gente. 

 

 

 

Así de felices, satisfechos y sonrientes posaron para la posteridad el grupo de colaboradores que pusieron en rojo el primero de mayo, no como festividad del trabajo sino como artífices de la reposición de un evento durante años olvidado, contribuyendo a rescatar una de las tradiciones más emblemáticas del calendario popular. 

 

 

El mayo yace en su ubicación para ser contemplado. Todo un ejemplar. Dieciocho metros de altura y ciento cincuenta quilos de masa arborea. Como puede apreciarse posee una esbeltez uniforme, con su penacho de ramas coronando la altura, al tiempo que mantiene las características precisas para ser considerado prototipo de chopo para representar su candidatura a mejor mayo de 2015.

 

 

Pingar el mayo no sólo consistía en conseguir erigirlo y mantenerlo firme. Como queda dicho, en su honor se desplegaba un abanico de costumbres que iban desde cantar, las mozas, hasta intentar trepar a lo más alto para hacerse con el trofeo. En esta altura del chopo se colocaba un señuelo quer por lo general consistía en una bolsa de naranjas, roscas, o una botella de licor. Para hacer más difícil el trepar hasta lo alto, se le solía dar grasa al tronco con el firme propósito de que los valientes que se atrevieran a desafiar el reto lo tuvieran mucho más difícil. Así cantaban las mozas a quienes retaban el desafío:

                       Mozo ya llegaste arriba/descansa un poco, y sereno,

                que a las roscas de estas mozas/ya las puedes dar un muerdo.

 

Sea como fuere, lo cierto es que siempre había quien conseguía trepar hasta la cúspide y bajarse el trofeo. No sin los suspiros y los sustos de los espectadores que seguían las evoluciones. No dejaba de ser un entretenimiento más en el espacio de ocio.

 

Una contemplación del majestuoso mayo que domina la plaza del pueblo hasta que sea desubicado de su emplazamiento. Hasta el 31 de mayo podrá ser contemplado por aquellos que se precien a acercarse para ver frente a frente el reflejo de una tracición que marcó un tiempo pasado y que el buen hacer de la gente del pueblo  ha traido de nuevo a la memoria. ¡¡¡FELICIDADES!!!

 

 

  

Perspectiva del mayo al fondo flanqueado por edificios civiles -escuela, ayuntamiento- y religioso -iglesia de San Lorenzo Mártir-. Un enclave idóneo para transmitir sensaciones.  

 

 

Y como en todo trabajo bien hecho no podía faltar la cena para coger fuerzas antes de entregarse al esfuerzo. Se lo tenían bien merecido. 

  

Fotos: Bienve Catalina, Nines Carro y Constan Romero

 

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Cena conmemorando el Carnaval 

 

Febrero, 2015

 

 

 

Algunos momentos de la celebración de la cena carnavalesca

Fotos: Nines Carro

 

Carnaval, junto a Jueveslardero, ha sido una de las tradiciones más esperadas, especialmente por los más jóvenes. Ambas tradiciones han desaparecido del ámbito del pueblo, pero todavía quedan reminiscencias, no ya sólo en el recuerdo sino en la ejecución. Jueveslardero estaba destinado exclusivamente a los chicos de la escuela. Carnaval era una tradición popular en la que participaba el conjunto de la población de una u otra manera. Había movimiento, jolgorio, algarabía. Los mozos molestando a las mozas con las pelusas para acabar en merienda conjunta, a veces. Cada cual con su cuadrilla. Los hombres tenían ese día hacenderas por la mañana y por la noche merienda en el salón, con vino a cargo del Ayuntamiento. 

No es el mismo ambiente, pero la gente del pueblo sigue rememorando Carnaval y para ello nada mejor que disfrutar de una cena de hermandad, como mandan los cánones, y pasar una velada entretenida y amigable. Y lo esencial, que la semilla de la tradición siga vigente recordando aquellos años en los que la ilusión afloraba siempre que se presentaba la ocasión.


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Matanza tradicional en el pueblo

 

Enero, 2015

 

 

 

 

Fotos: Nines Carro

 

Las imágenes hablan por sí solas. Aunque la matanza tradicional apenas se celebra ya en Quintanilla, todavía hay alguna familia que recurre a ella y lo hace siguiendo los métodos y las costumbres heredadas de antaño. La vigencia del legado etnológico es uno de los alicientes que nunca debieran desaparecer del entorno. Hoy las matanzas típicas se prodigan, por lo general, en hermandad, con asistencia de la gente del lugar que desee participar en la comida en torno a la carne del cerdo. Pero lo verdadereamente singular es rememorar todo el engranaje que lleva implícito momento a momento, paso a paso, el orden y concierto de la matanza. Es lo que ha hecho la familia Carro Carro (los hijos de Nercedes y Vicente) que siguen utilizando los mismos métodos y sistemas de elaboración de las partes del cerdo.

En las fotografías se puede apreciar algunos de los momentos más destacados de la muerte del animal, así como la elaboración de las morcillas que corre a cargo de Evelia, Angelines y Milagros, las artífices de que la condimentación, y por tanto del sabor, se aprecie en toda su intensidad. Método tradicional que conlleva la limpieza del animal, abrirlo en canal, extraerle el vientre, separar cada pieza, cada órgano, las tripas para ser lavadas a conciencia (¿en el arroyo?) y quitarlas el olor, coserlas, preparar el mondongo, hacer las morcillas y cocerlas a fuego lento en la lumbre, dejarlas al oreo de la noche... Todo ello requiere pericia y conocimiento, algo que esta familia conoce a la perfección. Evidentemente, los hombres también tienen su protagonismo. Son los que abren el telón de la matanza, atenazando al cerdo para que no se muerva mientras muere, chamuscarlo, abrirlo en canal, y también ayudando a las mujeres a lavar las tripas para las morcillas, chorizos y güeñas. Y al día siguiente descuartarlo o descuartizarlo, a la antigua usanza, proceso en el que hay que tener experiencia para extraer cada parte del animal sin estropear la pieza. El picar la carne para chorizos y güeñas, sazonar costillas, lomos, tocino, jamones, etc, es algo que se presenta más asequible sin dejar de ser un trabajo a considerar. Entre tanta faena quedará tiempo para degustar los platos típicos de la matanza, en especial las famosas sopas morenas, que a buen seguro estas tres especialistas habrán sabido darle el toque preciso. 

Que se lo coman con salud, como se solía decir antiguamente cuando la matanza tocaba a su fin. Y agradecerles que por su dedicación de hacer la matanza como antaño, Quintanilla no ha perdido, por ahora,  el olfato de una de las tradiciones más esperadas y celebradas que había en el calendario costumbrista popular. 

 

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