QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Juegos de adultos

 

Los bolos

 

 Los bolos, juego tradicional que crea adeptos

 

Este juego venía a ser entre las mozas y las mujeres lo que la tanguilla y la calva para los hombres. Era, y sigue siendo, el entretenimiento cotidiano de los días de fiesta cuando la ocasión lo requería, que no siempre era posible. Especialmente las mujeres que siempre andaban afanadas aunque se tratase de días de descanso. Si no eran los niños eran los animales los que reclamaban su presencia. De tal modo aprovechaban los escasos ratos que les quedaba jugando a los bolos o a las cartas en los típicos corrillos que se solían ver por doquier, en cualquier esquina o rincón, soportal o portalillo, dependiendo del tiempo y de las condiciones climatológicas.

El juego de los bolos sigue la misma trayectoria que la tanguilla o calva, es decir se han mantenido arraigados y no han llegado a desaparecer, se siguen practicando siempre que la ocasión lo requiere, de manera especial cuando se celebra alguna de las fiestas del pueblo o esporádicamente algún que otro domingo.

Nueve es el número de bolos, de aproximadamente unos 30 centímetros de alto, y dos bolas de madera de unos 10 centímetros de diámetro. Se colocan piramidalmente, dos en la primera fila, tres en la segunda y cuatro en la tercera separado por unos 8 ó 10 centímetros de distancia entre sí. El lanzamiento se efectúa desde una distancia de unos 25 metros aproximadamente, dependiendo de la fuerza o potencia de quienes lancen.    

En cuanto a la forma de jugar, lo normal es que se haga por equipos de 2 ó 3 personas, aunque también se practica individualmente. En ambos casos se realiza por eliminación. La jugadora lanza la bola procurando tirar el mayor número posible de bolos y dispone de una segunda bola para rematar la tirada en el supuesto de que no consiga tirarlos todos con la primera. Como en todo, hay quienes lanzan a la perfección y otras que a veces se les va por un lado y otras por otro.

Antes de comenzar el juego se acuerda el número de tiradas de cada uno, sea juego en equipo o individual. Al final se suman los bolos derribados y quien haya tirado más es la ganadora. En estas partidas no solía haber ninguna recompensa porque no había nada que jugarse. Eso sí, en el caso de las mozas lo más normal era que se fuesen a merendar juntas y pasar el rato animadamente cada cual con su cuadrilla. Así transcurrían muchos domingos de la temprana juventud antes de comenzar con los amoríos

 

La calva

 La calva, juego creado por los pastores

 

Uno de los juegos populares o autóctonos más tradicionales de Quintanilla, como de la mayoría de los pueblos sorianos, castellanos y de otras latitudes, que mejor se ha conservado es, sin duda, el de la calva. Junto a la tanguilla y los bolos han permanecido vigentes desde tiempos inmemoriales. Tres juegos muy aceptados entre las gentes de los pueblos que por lo general lejos de olvidarlos han ido ganando aceptación  a pesar de la situación adversa que han sufrido los núcleos rurales.

Quizá los tres sean los símbolos o estandartes que mejor identifican las raíces ancestrales de las gentes que viven en el hábitat rural. Haciendo historia de su aparición, la Calva parece ser que fue un deporte practicado hace miles de años por los iberos y los celtas y que lo más probable es que haya llegado hasta nosotros gracias a la práctica de los pastores que para matar el rato se dedicaban a tirar piedras a las astas de las reses o a algún tronco que encontraran por el camino desde una distancia determinada a ver quién tenía más puntería.

Es de suponer que desde su origen el juego de la calva se ha ido perfeccionando y adaptándose a unas reglas particulares de cada lugar. Al principio de los tiempos los “calvos” (en otros lugares llamados tejos o marros) eran de piedra para posteriormente pasar a ser de la madera y de hierro. Parece ser que el nombre de “calva” procede del sitio donde originariamente se practicaba, que era el calvero, un terreno libre de maleza donde se lanzara bien el calvo y no se diera el caso de que se perdiera entre las hierbas.

Como decía, es tanta la animación que ha levantado el juego de la calva que no sólo se juega en la mayoría de los pueblos castellanos y leoneses sino que ha irrumpido en grandes ciudades como Madrid, Barcelona o el País Vasco y que incluso cuenta con una página web: www.calvamadrid.com. De tal modo se está imponiendo que se ha establecido un reglamento minucioso y se llegan a jugar campeonatos por el sistema de liga y copa.

En Quintanilla se sigue apostando por el juego de la calva y cada vez que tenemos la ocasión disfrutamos de él pasando un rato entretenido. Y sigue ganando adeptos. Para quien no sepa de qué va el juego, hay que explicarle que se compone de dos  elementos básicos: la calva y los calvos. Los calvos son cilindros de unos veinte centímetros de largo por unos seis de diámetro y de un kilo largo de peso. Como queda dicho al principio eran de piedra, después de madera y actualmente de hierro. La calva suele ser de madera de encina, u otra de consistencia dura, para que aguante mejor los golpes que recibe. Tiene forma de ángulo obtuso (semejante a una ele abierta), formado por un brazo y una pata. La pata es plana para que se adapte bien al terreno y el brazo, que es el que cae hacia atrás y soporta las buenas punterías, es algo más delgado en el extremo. La pata, un poco más corta, suele medir unos quince centímetros y el brazo unos veinticinco, aproximadamente.

El objetivo del juego es darla o derribarla cuantas más veces mejor. Tiene sus normas o reglas, que en el pueblo pueden ser distintas a otros lugares. Por ejemplo, para que un tanto sea válido es necesario que el jugador que lanza el calvo pegue con él limpiamente en cualquier parte de la calva, sin que antes haya tocado el suelo (si pega a la vez en el suelo y el borde de la calva no es válida). En caso de dudas se admitirá la  decisión del jurado. Ello pasa porque más que darla en firme lo que hace es tocarla un poco y moverla o arrastrarla. No se dará por bueno el tiro y aquí suelen surgir las discrepancias o desacuerdos tanto del tirador como de los espectadores, a favor o en contra.

A veces ocurre que de rebote la calva cae al suelo y no es buena. Entonces se da la circunstancia de que no se puede volver a pingar sin antes rematarla. Es lo que se denomina “a levantarla”. Aquí pueden darse las siguientes circunstancias. Si el jugador que la ha tirado dispone aún del otro calvo, será él mismo quien lo intente. Si el que le sigue es de su mismo equipo, si la da tendrá la oportunidad de anotarse el tanto. De no ser así le corresponderá lanzar al siguiente y si la certeza le acompaña, levantará la calva. De lo contrario permanecerá en el suelo hasta que no se levante limpiamente.

Puede suceder también que el tirador la dé y en cambio no llegue a caer. Será el observador, apostado cerca de la calva, quien dé la voz de “buena”, “válida” o “mala” para que el apuntador anote o no el tiro. También se encargará de colocar bien la calva.  

En nuestro pueblo,  la distancia entre la línea de tiro que se marca y el lugar donde se sitúa la calva suele ser de unos veinticinco metros. Las condiciones o reglas las marcan los jugadores participantes. La partida puede ser individual o en equipos de dos o tres. También se decide el número de tiradas. “¿A cuántas va el juego?”, se dice. “A veintiuna”, por lo general. Entonces se lanza una moneda al aire, se pide cara o cruz y el que acierte, empieza. O sencillamente se les concede la vez. Cuando se juega en equipo se determina si los del mismo lanzan uno tras otro o alternativamente uno de un equipo y otro del otro. Lo normal es lo segundo. El primero que consiga dar a la calva el número de veces estipulado, gana la partida. En caso de empate de partidas se decide en otra  el número de tantos para desempatar. Si el cuerpo les pide marcha a los perdedores o si los ganadores se lo conceden, suelen darse la revancha.

Todo ello se acuerda entre los equipos y el apuntador, que es el que anota el nombre y el número de tantos, ya sea individual o en equipo. No suele comentar a los jugadores los tantos que van dando, pero sí se suele anunciar el número de tiradas que faltan cuando quedan pocas.

Si bien lo lógico es que la partida lleve aparejada una apuesta, lo normal es que si no se trata de competición, sean unos reos de cerveza lo que se jueguen. No obstante, cada vez más proliferan las competiciones de calva, que de manera individual se intenta conseguir el trofeo. Lo que sí es cierto es que con la calva se pasa un buen rato de entretenimiento tanto jugadores como espectadores y que antiguamente solía ocupar las tardes de los domingos que se interrumpían para ir a merendar a la bodega en grupos de amigos, tanto chicos como mozos, poniendo el broche final para disfrute de las cuadrillas que nos lo pasábamos de lo lindo cantando a pleno pulmón. 

  

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