QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

 Juegos de chicas

 

Las tabas

 

 

Un clásico de los juegos preferidos por las chicas de cualquier pueblo en el cual pasaban buena parte del tiempo ocioso era el de las tabas. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de juegos populares tradiciones de los pueblos en general en una época en que la televisión brillaba por su ausencia, y si existía era en casas muy contadas, y las únicas distracciones consistían en juegos preparados con destreza, cuyos componentes estaban hechos con materiales de deshecho. En aquellos tiempos los Reyes Magos no andaban tan sobrados como en la actualidad en que los niños están desbordados de juguetes y al día siguiente no les prestan la menor atención.

Así pues, no teniendo otro entretenimiento mejor, chicos y grandes nos las ingeniábamos para matar el gusanillo del escaso tiempo de que disponíamos, porque si no nos aplicábamos tanto en el estudio era porque siempre había trabajillos que hacer en la casa para ayudar a nuestros padres. Si bien es cierto que la mayoría de estos entretenimientos eran en días festivos, otras veces estábamos por la calle y era aquí donde disfrutábamos de los buenos ratos hasta que llegaba la hora de cenar.  

Hecho el comentario, decir que las tabas es un juego antiquísimo y universal que recibe muchos nombres distintos en cada parte y lugar y posee infinidad de variantes a la hora de practicarlo. Empezando por los nombres peculiares que se le da a cada una de las cuatro partes o lados.

La taba es un hueso o astrágalo que se encuentra en las articulaciones de las patas de las ovejas y carneros. Una vez bien remondada la carne se utilizaban para disfrutar de ellas en el juego. En tiempos de necesidades se aprovechaba todo, todo y todo. Como queda dicho, quizá fuera una de las distracciones preferidas de las chicas hasta el extremo de que le tenían cierta devoción. Casi todas ellas disponían de su colección de tabas que guardaban celosamente en una bolsita de tela. Quien más, quien menos, especialmente las más curiosas, las pintaban de diferentes colores para que así les resultasen más llamativas e incluso poder distinguirlas de las demás.

A las cuatro caras de las tabas se les daba un nombre diferente en base a la posición en que quedaban al lanzarlas y caer al suelo: aguas era la cara ancha y más hundida y también la más preferida en las competiciones; a la parte contraria se le decía pencas, aunque muchas utilizaban la palabra culos; la lateral era llamada lisa, y su contraria, algo hundida, carnes.

Se conocían, como queda dicho, diversas variantes de juego, si bien había una digamos predominante o general que en Quintanilla era la que seguían las jugadoras. El número de tabas, aproximadamente unas diez o doce, se colocaban entre las palmas de las manos, se agitaban, se lanzaban al aire y se dejaban caer al suelo, en superficie plana, cayendo cada una de distinta manera y posición. A partir de aquí la primera jugadora  lanzaba a lo alto con una mano la pita, canica o bola de cristal, y antes de recogerla sin caer al suelo, con la otra mano cambiaba la posición o recogía las tabas cuyo nombre había mencionado anteriormente en la posición en que se encontraban (aguas, culos, lisa o carnes). Debía actuar con rapidez ya que si no cogía la pita a tiempo, es decir se la dejaba caer al suelo, o no recogía o colocaba la taba en la posición que había dicho, perdía, y pasaba el turno de juego a otra de sus compañeras, la siguiente en lanzar. Ganaba aquella que consiguiera poner primero las doce tabas en su orden correspondiente. No recuerdo ahora si todas en la misma posición o se podía optar por variar el número en cada una de las cuatro caras. 

No cabe duda que era un juego de agilidad y destreza, y la rapidez tanto visual como de reflejos eran muy importantes. Una coordinación perfecta entre las manos y la vista puesto que entre lanzar la bola y recogerla al mismo tiempo que las tabas, todavía tenían tiempo para dar una palmada para adornar más la jugada. Era la perfección a la ejercitación de un juego sumamente entretenido. Formaba parte de los juegos de recreo de la escuela. En la actualidad es un juego no practicado y casi desaparecido del escenario que otrora lo contemplase con tanta frecuencia. El declinar de los pueblos ha llevado aparejado su olvido.

 

Ratón que te pilla el gato

Juego popular muy extendido –y lo sigue siendo todavía- este del ratón que te pilla el gato, uno más de los muchos a los que se acudía cuando las circunstancias lo permitían, pues se jugaba en la calle. A diferencia de la mayoría, en este juego podían participar conjuntamente ambos sexos. Sencillamente se trataba de formar un corro con todos los participantes agarrados de las manos, elevándolas hasta la altura de la cabeza.

Se echaba a suerte para elegir a dos niños que hicieran el uno de gato y el otro de ratón. Resulta evidente que el que hacía de gato tenía que pillar al ratón. Para ello se coloca el gato dentro del grupo y el ratón fuera de él. El comienzo se inicia mediante un sencillo diálogo en el que el gato pregunta al corro:

             ¿Han visto pasar un ratón por aquí?    Sí –responden todos.

             ¿Y por dónde se ha ido?   ¡Por allí!, -señalan al unísono el lugar.

Entonces el gato sale disparado por el “agujero” señalado para agarrar al ratón. Al iniciar la persecución se comienza a cantar:

                    Ratón que te pilla el gato, ratón que te va a pillar.

                    Si no te pilla esta noche, mañana de madrugá.

Los chicos que forman el círculo, de alguna manera tendrán que ayudar al ratón e impedir que el gato le dé alcance. Para ello subirán o bajarán los brazos muy astutamente y abrirán o cerrarán sus piernas para hacer más difícil la persecución. Tanto el ratón como el gato no podrán romper la norma de pasar bajo todos los arcos que se forman, y de modo continuo entrarán y saldrán por uno y otro lado.

Será una persecución frenética e implacable la que tiene que llevar a cabo el gato si quiere coger al ratón que a su vez habrá de mostrarse astuto y veloz para zafarse una y otra vez de su perseguidor o perseguidora pues podían ser chicas o chicos los que interpretaran a uno u otro. La fase del juego termina cuando el gato alcanza al ratón, cuando aquél se dé por vencido o, a veces, cuando alguno se pegue un porrazo. Durante el tiempo que transcurre intentando atrapar el uno al otro no parará de oírse la cantinela.

El juego de ratón que te pilla el gato sigue practicándose todavía aunque sea de manera esporádica. Un juego más de entretenimiento para recordar los inicios y las raíces de la niñez y la juventud.

 

 

La comba

  

 

Sigue siendo un juego de entretenimiento que todavía hoy tiene aceptación. No ha desaparecido con el paso del tiempo, como ha sucedido con otros juegos, y se puede practicar en cualquier momento y lugar. Además, aunque aquí lo presentemos como un juego de chicas, que son quienes más se recrean en él, incluso también las mozas, de hecho puede ser practicado por todo tipo de personas sin tener en cuenta la edad ni el sexo. Potencialmente, de un tiempo a esta parte se ha convertido en un ejercicio de precalentamiento para muchos deportistas. El hecho de que no se contemple como antes en el escenario del pueblo es debido en gran parte a que la comba pertenecía a ese tipo de juegos sexistas idóneos en la hora del recreo. El cierre de la escuela ha evaporado su cálida interpretación, la combinación movimiento-música lo convertían en uno de los más apreciados. En cualquier caso es un tipo de entretenimiento que traspasa todas las fronteras.

La comba se juega con una cuerda, si es un poco fuerte mejor porque así no se dobla tan fácilmente. Se coge por cada uno de los dos extremos y se va volteando. Al inicio, o bien voluntariamente o bien echando suerte, salen las dos que darán y luego una vez comenzado el juego será la que se trabe al saltar quien tome el relevo de una de las dos que están dando. El resto de participantes se colocan en fila y van saltando una tras otra bajo la comba sin perder el turno, el ritmo, y el compás una vez que salta la primera.

Muchas variantes hay en este juego. A veces lo que se hace es una serie de saltos de resistencia y se va contando individualmente a cada una de las saltadoras el número de veces que salta bajo la comba sin perder. Las más adiestradas en el juego se permiten incluso hacer vueltas y más vueltas, saltar a la chita, cambiándose de pie, agacharse y levantarse, e incluso el más difícil todavía, practicar en pareja algún tipo de baile o movimiento perfectamente coordinado. Todo un alarde de facultades para goce y disfrute de los espectadores o de las propias participantes que esperan su ocasión para reafirmarse en su destreza. También admite la modalidad de parejas, y porqué no, tríos, que al compás de la música van armonizando sus movimientos bajo el arco de la comba. La destreza hacía que muchas de ellas fueran verdaderas especialistas en el juego haciendo las delicias de quienes admirábamos sus evoluciones.   

Mientras se salta se va cantando canciones para la ocasión y depende cuál sea ésta se da y se salta de una forma y ritmo diferentes, alternativamente o de manera continuada. En este juego existen muchas variantes, como queda dicho, y de ellas “cuelga” una canción u otra. Para marcar los tiempos, cuando van entrando las saltadoras, lo normal es que en cada turno salten cada una de ellas cuatro veces al son de la siguiente musiquilla (también propia de otros juegos):

                                 

A cada una de las palabras le corresponderá la saltadora con una especie de giro o cabriolilla para adornar su participación. Sale una y entra la otra. Así sucesivamente hasta que cambia la forma del juego. Por cierto, se ignora el significado de la palabra “carranca” en este juego. En el diccionario aparece como de origen vasco y es “capa de hielo en las charcas y lagunas”; también aparece como “collar de pinchos”. Nada que ver con la singularidad del juego.

Muchas son las canciones para la ocasión, algunas de ellas permanecen en la memoria y se recordarán toda la vida.

                 Soy la reina de los mares, señores lo van a ver,

                 tiro mi pañuelo al suelo, y lo vuelvo a recoger.

                 Pañuelito, pañuelito quién te pudiera tener

                 guardadito en el bolsillo como un pliego de papel.

                                                **** 

                 El cocherito leré, me dijo anoche leré,

                 que si quería, leré, montar en coche, leré.

                 Y yo le dije, leré, con gran salero, leré,

                 no quiero coche, leré, que me mareo, leré.

                                                ****   

                 Al pasar la barca me dijo el barquero,

                 las niñas bonitas no pagan dinero.

                 Yo no soy bonita, ni lo quiero ser.

                 Arriba la barca, una dos y tres.

                                                ****

                 Una, dos y tres, pluma, tintero y papel

                 para escribir una carta, a mi querido Miguel,

                 que se ha marchado esta noche, en el correo de las tres.

                 Que una, que dos, y  que tres.

                                                               

Eh aquí una muestra de las muchas estrofillas que podían cantarse para ambientar el cotarro en que las participantes hacían sus pericias. Seguramente no sólo es una muestra de las muchas que se conocen y que habrá que ir investigando para su recopilación.

 

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