QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

 

Antiguo horno de pan

 

El horno era otro de los habitáculos más importantes de la cocina. No todas las casas disponían de él si las dimensiones no daban para ello. Tenía forma abovedada de media naranja con una boca estrecha que se cubría con una tapadera para que no se evaporase el calor. Solía tener entre uno y dos metros de profundidad por unos ochenta centímetros o un metro de altura. Construido de adobe y barro, el horno tenía la singularidad de que antes de lodarlo se echaba paja en cantidad para que, como si de una cámara se tratase, resguardase mejor el calor, especialmente en su base. Si bien la función principal era cocer el pan, también se utilizaba para asar la carne en las grandes celebraciones: fiestas patronales o bodas. Todavía hoy se conserva alguno de ellos en el pueblo, si bien están desapareciendo por la desidia de la gente a conservar la arquitectura popular y después de derrumbado pretender rescatarlo. Había hornos en las cocinas de las casas y en los cocederos fuera de ellas que eran más bien de uso comunal, aunque el local fuese particular, donde el asador venía a asar los cuartos de carne el día de la fiesta.

El artículo 41 de las Ordenanzas municipales del año 1871 decía: “los que construyan horno dentro de este pueblo sean de la clase que fueren deben hacerlo en parte que no esté sujeto a suelo de bobedillas, ni arrime con un metro de distancia a ningún cerramiento tramado ni pared de medianería. Los dueños de estos establecimientos quedan responsables de los daños que sobrevinieren a las casas medianeras por su defecto. Esta imposición es aplicable a los hornos de las fraguas y de otras industrias análogas”.

Periódicamente, una vez por semana o tres veces al mes, las mujeres solían cocer. Por lo general cada mujer hacía su hornada de pan, si bien había ocasiones en que lo compartía con otra. La mujer que sólo tenía que cocer pan para un par o tres de personas del núcleo familiar buscaba con quien compartir estos menesteres para ahorrarse el tener que calentar todo un horno para tan poca cantidad. Compartir esta tarea o necesidad era habitual entre familiares, aunque no exclusivo. Bien es cierto que, excepcionalmente, el pan de la hornada era repartido con otras personas cuya relación llevaba implícita la entrega de alguna hogaza. Era el caso del pastor que guardaba las ovejas a su amo o de cualquier otra relación contractual que así lo exigiera, y que solía ser frecuente. 

En el apartado Sus labores se comenta todo lo relacionado con la elaboración del pan, la masa y la hornada.

 

        

Cantarera

 

                                

                                         Alacena de la cocina

 

Continuamos hablando de los habitáculos de la cocina y en ella se podía encontrar la alacena, espacio en forma de hornacina en la pared con puertas destinada a guardar utensilios de cocina tales como ollas, pucheros o platos. Nombre típico también eran los vaseros, con función similar a ella. Disponía también de un cuarto o despensa a modo de almacén donde se guardaba la comida o los productos del campo en escriños o recipientes de mimbres, y  algunos enseres más o recipientes, y en el que la fresquera tenía un lugar destacado ya que en ella se metía la carne o el pescado para preservarlo de que no le cagase la mosca u otros bichos. El cuarto servía para dejar las ollas de la conserva, los utensilios de cocina que no cabían en las paredes y cualquier cosa que tener a mano. También podía disponer de un arca donde guardar el pan y las conservas que merecían estar a buen recaudo.

Era frecuente ver las paredes de la cocina repletas de enseres para aprovechar mejor el espacio. Espacio en el que tenía su lugar la cantarera con sus cántaros de agua traídos de la fuente de la Ermita, que también era costumbre cotidiana y con muchas anécdotas que contar. Lo dejaremos para otro apartado.                      

El comedor, en aquellas casas en que disponía de él, cumplía las funciones encomendadas y por lo general la vitrina, la mesa y las sillas conformaban el espacio. Todo ello hecho de madera o de esparto, en el caso de las sillas y de cosecha del propio dueño de la casa, en muchas ocasiones. Las paredes, adornadas con cuadros alegóricos de santos o de algún otro motivo, o retratos familiares.

La sala normalmente se hallaba en la segunda planta de la casa y formaba una estancia principal de ella, aunque por lo general solía ser de espacio reducido y de escaso mobiliario, a excepción de alguna cómoda, arca o armario, algo más raro. En cambio sí solía estar decorado con espejos, cuadros, fotos de familia o calendarios que colgaban de las paredes. A veces hacía las funciones de comedor y entonces disponía de mesa con brasero, algunas sillas o banco, o quizá una cómoda donde se guardaba la vajilla. Era aquí donde se juntaban para pasar determinadas veladas familiares que solían coincidir con fiestas o celebraciones. Por lo general disponía de ventilación exterior mediante  alguna ventana. En la sala se hallaban las alcobas o dormitorios de dimensiones reducidas en las que la cama, y a veces un arca, arcón o baúl, y quizá un espejo, era todo el bagaje que podía encontrarse. La mayoría de las alcobas no tenían ventanas al exterior o si las tenían era un ventanuco. Tampoco puertas, sino una cortina que tapaba la oquedad y preservaba de la intimidad. Más que colchones se hablaba de jergones rellenos de paja de bálago, de hojas de panocha de maíz, de vainas de alubias, garbanzos o titos, o de cualquier otra cosa que le fuera bien. Con tales rellenos no era de extrañar que el descanso se convirtiera en un traqueteo de ruidos. Afortunados aquellos que podían disponer de jergones de lana de oveja.   

 

      Detalle de puerta y ventana típicas

 

La cuadra era otra dependencia más de la casa donde se instalaban los machos, asnos y mulos. Normalmente se accedía a ella desde el portal por cuya puerta entraban y salían cuantas veces fuera preciso. También, a veces, la cuadra tenía su compartimento para pollos y gallinas, que no era extraño verlos campar por el portal donde tenían, incluso, el bebedero. Igualmente la casa podía disponer de un departamento para cuidar los cerdos, aunque no era lo habitual. Para comer, el ganado disponía de pesebres con talanqueras donde colocar la hierba o la alfalfa. No era de extrañar que el hedor invadiera la casa. Había normativas municipales que hablaban de la obligación de extraer las boñigas al menos dos veces al mes y a primeras horas de la mañana en todo tiempo. Las boñigas se llevaban a las afueras del pueblo, al muladar establecido de que disponía cada uno de los vecinos. 

El granero era el almacén donde se guardaba el grano del cereal. Teniendo en cuenta que con los medios utilizados no se podía recolectar demasiado grano, el granero no era de gran dimensión. Incluso podía caber en un par o tres de grandes arcones. En el granero se separaba los diferentes tipos de grano: trigo, cebada, centeno, avena, titos, etc. y cada uno de ellos solía tener un pequeño almacén hecho con adobes adosado a la pared. El granero podía estar ubicado en la planta baja de la casa, aprovechando algún lugar disponible, o en la cámara o desván de la parte alta de la misma.

Algunas casas de Quintanilla tenían, incluso, la bodega bajo la casa. No era lo habitual pero sí que las hubo, por ejemplo en la vivienda del tío Pedro, del tío Ramón o del tío Francisco. Quizá en alguna más que escapa de nuestro conocimiento. De ellas hablaremos en otro apartado.

   

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