QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Noche de ánimas

 

Antes de la cena de la noche de Todos los Santos, los mozos ponían en escena una nueva representación: pedir por las casas por las ánimas del purgatorio. Era costumbre muy arraigada que las familias (abuelos, padres, hermanos e hijos) se reunieran en una misma casa para celebrar el día. Una vez que caía la noche, las calles aparecían desiertas, no se oían ni voces en el interior de las casas. Se respiraba un ambiente tenso, de miedo –el que imbuían los padres a los hijos- por la credibilidad de las apariciones de las ánimas. Así que la chiquillería procuraba no acercarse ni a la puerta de la casa para no verse atrapada por los espíritus malignos, para ellos, que rondaban por doquier aquella noche. El purgatorio andaba revuelto y las ánimas, sedientas de almas, aprovecharían cualquier oportunidad para llevarles consigo al purgatorio. Así nos metían el miedo.

En este estado de contracción, de temor emocional, desafiando cuantos peligros saliesen a su encuentro, hacían acto de presencia los mozos en la noche tenebrosa. Momentos que venían a impulsar más si cabe el misterioso miedo imbuido en aquel ambiente tétrico. Divididos en dos cuadrillas, los mozos recorrían todas y cada una de las casas del pueblo cantando y rezando. El silencio sepulcral erizaba la piel en el momento en que la campanilla sonaba a la puerta cerrada de la casa y alguien de los presentes salía a recibir a la comitiva. Después quedaba cerrada la puerta y acto seguido los mozos, desde fuera, rezaban por las obligaciones de la familia difunta. También cantaban, a no ser que por la reciente muerte de algún familiar se manifestara lo contrario. La oración consistía en un Padrenuestro y un Ave María. Y si no había impedimento, acto seguido cantaban por las almas de los difuntos. Las mejores voces del grupo interpretaban las dos primeras estrofas y el resto contestaba a las dos siguientes. Una canción de notas tristes para una noche de difuntos:

                      Almas si queréis gozar / del divino consistorio,

                      dad limosna por sacar / Animas del Purgatorio.

                      Si a tu padre o madre viereis / en vivas llamas arder,

                      qué daríaris por sacarles / y no verles perecer.

                      Por las pobrecitas almas, / todos debemos rogar,

                      que las saque Dios de penas / y las lleve a descansar.

                                           Ánimas del Purgatorio.

Al finalizar, la campanilla avisaba de nuevo en el vacío de la noche. Se abría entonces la puerta y eran invitados a entrar y tomar un trago de vino. El alcalde de los mozos recogía la limosna que guardaba en las alforjas que portaba. Acabado el recorrido se reunían en casa del cura o en la puerta de la iglesia donde ambas cuadrillas rezaban unidas. Lo recolectado se le entregaba al cura, quien a su vez donaba una pequeña parte a los protagonistas por la inestimable colaboración. Ello servía para comprar vino y bacalao para otra merienda.

En los últimos años el dinero se destinaba a una misa de difuntos. A la misa de difuntos se obligaba a asistir a todos los vecinos por su condición de Hermanos de la Cofradía. Incumplir la obligación suponía la correspondiente multa. Asistir a los entierros pasaba igualmente por ser un precepto al que no podía faltar el común vecinal con la consiguiente penalización. El recordatorio a los difuntos se hacía en todas las homilías a cambio de una media de trigo al sacerdote.

 

Estado actual de la tradición: Desaparecida. Sólo se celebra la misa de difuntos.