QUINTANILLA DE TRES BARRIOS

Vaquero

Aunque durante el siglo pasado el vacuno no fuera la ganadería que dejase su impronta por el término del pueblo, excepción de algunas yuntas, vacas y bueyes, compartieron escenario en Quintanilla. Para ello habría que remontarse al 1800 para confirmar su presencia como animales de tiro, tanto de carros como de arados. Y si retrocediésemos en el tiempo aún sería más notoria, puesto que en lo más remoto el ganado mular apenas tenía incidencia en las labores del campo, siendo el vacuno el que acaparaba todo lo concerniente a las actividades. Para que nos hagamos una idea, tomamos una vez más los datos de referencia del Catastro de la Ensenada en el que los vecinos del pueblo disponían de 115 vacas por 86 mulos.

No hemos llegado a conocer la figura del vaquero por los campos de Quintanilla, que se sepa, durante el pasado siglo, como tampoco la del boyero pero existieron en su día. Nos queda el nombre, eso sí de la Majada de los bueyes, que delata su presencia. No es que no se sepa que vacas y bueyes hayan habido en el pueblo puesto que en el siglo pasado se labraba con ellos, lo que pretendemos decir es que el oficio de vaquero o boyero no se conoce como actividad entre los oficios del pueblo.

Y entre sus funciones estarían las de sacar a pastar a los animales al campo los días que sus dueños no los necesitasen para labrar. Lo más probable es que cada mañana el vaquero, cencerro en mano, fuera anunciándolo por el pueblo para que llevaran las vacas al lugar indicado. Es de suponer, también, que le pagarían los vecinos que llevasen su ganado, y no el Ayuntamiento, y que en aquellos tiempos se le pagaría más bien en especie que no en dinero.

Según el artículo 51 de las Ordenanzas municipales “todos los dueños de las reses vacunas tienen obligación de ponerlas cencerros sin cuyo requisito no se las permitirá andar al menos por la noche, y los pastores de ganado lanar y cabrío la tienen también que ponerle a las reses mansas y además a las otras que en la proporción de 10 por cada 100 cabezas de cuyo requisito no se les dispensará desde primeros de mayo hasta fin de septiembre, especialmente.

Se supone que vacas y bueyes haciendo oír sus esquilas no saldrían a pastar por todo el término del pueblo sino que lo harían en parajes concretos. En la terminología del pueblo hay un topónimo que es la Dehesa boyal, la actual dehesa, que en su día fuera tierra de pastos y que a mediados del pasado siglo se recuperó para la agricultura cerealística, tal y como la conocemos en la actualidad.

  

Porquero

 

                  Recreación idílica

 

Aunque haya pocas fuentes o noticias que lo mencionen, el pueblo tuvo en su día el oficio de porquero. Según el Catastro de la Ensenada, en 1752 había 90 cerdos en el pueblo. No es que sea un dato importante, pero ya por entonces se tenía la cultura de criar al menos una cerda cada familia para el sustento del hogar. Y para parir y vender los cochinillos.

El oficio de porquero o pastor de cerdos, era otro más de la nómina de típicos de antaño. Su aparición y paso breve por el pueblo se debió a las dificultades del alimento para cuidarlo y al hecho de que la gran cantidad de bellotas habidas en los montes y chaparras no se podían desperdiciar cuando se les podía sacar un gran provecho. Y cualquiera de las muchas raíces, brotes o tubérculos silvestres con los que alimentarse. ¡La cantidad de alimento que desperdicia el pueblo sin recoger la bellota! Aunque no tengamos información al respecto, el pastor de cerdos debía de tener las mismas funciones que el resto de sus compañeros de otra ganadería. Es posible que hubiera un corral de cochinos donde llevar y recoger a los cerdos. Sacaría diariamente, si las inclemencias lo permitían, a pastar al campo a los cerdos. Difícilmente les haría llegar hasta el monte pero la proliferación de notables extensiones de chaparros por doquier permitiría nutrirse sin necesidad de llevarlos de un sitio a otro. Y desde luego la calidad de la carne sería más exquisita.

El ajuste sería parecido al del resto de pastores, o sea por los dueños de los cerdos y por el número que cada uno aportase. Es de suponer que sería en especie, productos del campo, y no en mucha cantidad. Quizá en época invernal no se sacasen a pastar porque las condiciones no lo permitían permaneciendo encerrados en los corrales teniendo en cuenta que era época de matanzas. No deja de ser una suposición porque no nos consta que ello fuera así. En cualquier caso, el pastor de cerdos fue una figura que no debió mantenerse tan activa como otro tipo de pastoreo. En todo el siglo pasado no se tienen noticias de dicho oficio, pero en el siglo XIX su profesión estuvo vinculada a la vida del pueblo.

 

 

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