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Apreciaciones aparte, Quintanilla de Tres
Barrios no deja de ser un pueblo singular pues, entre otras cosas, no siempre
le han colgado sus tres barrios. Nació con
apellido ajeno y a medida que tuvo uso de razón le dejaron decidir por
si mismo aglutinando tres anexiones que nunca se ha llegado a conocer a ciencia
cierta su procedencia. Opiniones hay para todos los gustos. Guillermo
García (“Las rutas del Cid”), erudito en estos temas, piensa que la terminación “de Tres Barrios” podría tener
relación con la comunidad de San Esteban de Gormaz, Osma y Gormaz que formaban
la confederación de Las Tres Casas de la
Olmeda. Según él ésta podría haber sido la institución económica foral más
antigua de España, o en cualquier caso la más duradera (1837) de todas las conocidas
hasta ahora. Sin datos que lo confirmen se trataría de una hipótesis o suposición.
Sea
como fuere, Quintanilla de Tres Barrios ha venido sustentando su peso sin apenas
inmutarse aunque, todo hay que decirlo, ya comience a sentirse renqueante. A
vueltas con su Historia, acaso hoy este pueblo de rancio abolengo sea un enigma
histórico porque no le sale una arquitectura aparente con su ancestral condición.
Pero no por ello deja de ser milenario. Etimológicamente Quintanilla, al igual
que Quinta o Quintana, entre otros sinónimos que ahora veremos, significa casa
de recreo en el campo cuyos colonos solían pagar por renta la quinta parte de
los frutos recogidos. Todo apunta a que su origen arranca de la remota época de
los romanos, aunque no tengamos datos que lo certifiquen. Al respecto extraemos
algunos significados de la recopilación de topónimos de la Tierra de Soria, de Eleuterio
Carracedo Arroyo, según el cual los numerosos Quintana pueden tener varias
explicaciones según autores. Puede ser el nombre de un lugar situado junto a una vía
romana; un antropónimo indicativo de una propiedad; una plaza y mercado unido a
un campamento romano; o una propiedad dividida en determinados cuadros para el
riego. Reforzando alguna de estas teorías no hemos de
olvidar la vía romana que cruza todo el término municipal y que se corresponde
con la número 27 del Itinerario Antonino,
en el tramo que discurre entre Uxama y Clunia. Entra por el paraje de la Laguna
de Valdelpollo y sale por el de la Cuesta hacia Osma. En el trayecto
encontramos topónimos como la Calzadilla
y algunos restos de piedras labradas en su entorno que certifican su trayecto
por estas tierras. Se puede precisar que por aquí pasó el Cid
Campeador en su destierro camino de Valencia siguiendo prácticamente el
itinerario reseñado. Aunque las fuentes documentales no mencionen el nombre de
Quintanilla, su terreno fue escenario de su partida. Dice el Cantar de Mío Cid: “De esta vez el
Campeador deja su tierra. Tirando por la izquierda de San Esteban (de Gormaz),
buena ciudad, pasa después por Alcubilla (del Marqués) que de Castilla fin es
ya”. Timoteo Riaño y María del Carmen Gutiérrez,
especialistas en temas cidianos nos hablan del recorrido del Campeador y con
cierta precisión nos describen su paso por Quintanilla de Tres Barrios. “A
partir de Zayas de Báscones, hay un verdadero laberinto de caminos. Para elegir
el más verosímil tenemos que tomar como punto de referencia el paso por
Quintanilla de Tres Barrios, como diremos. Según esto, el Cid seguiría el
camino de las Lagunas que coincidía con la antigua Calzada Romana que no
abandonaría ya hasta Quintanilla de Tres Barrios. La Calzada Romana, sin entrar en Villálvaro se
dirigía a Matanza y de aquí a Quintanilla de Tres Barrios, y por las eras del
pueblo a Osma. Pero en Quintanilla de Tres Barrios, el Cid abandona la Calzada
para dirigirse a Alcubilla del Marqués, la Alcubilla del Cantar. En efecto, en
las mencionadas eras de Quintanilla de Tres Barrios hay una bifurcación: la
Calzada Romana se dirige al E. por la Atalaya de Quintanilla, sobre una loma,
para descender luego y desembocar en Osma, cerca del Alto de las Minas, donde
se puede ver todavía un puentecillo romano, que salva una pequeña vaguada, y
otra que sigue más hacia el SE, en las afueras de Quintanilla de Tres Barrios. Este camino de SE se bifurca a su vez en
dos: uno a Pedraja de San Esteban y el otro, el que sigue el Cid, escalando
unas lomas para descender luego hasta Alcubilla del Marqués. Hasta hace pocos
años se encontraba relativamente bien este camino cidiano. Los vecinos lo
cuidaban para que el cura de Alcubilla del Marqués, don Tomás Leal, pudiera ir
en moto a Quintanilla de Tres Barrios para el servicio religioso. Hoy sólo se
puede ir a pie. Los torrentes han surcado el camino de la ladera S. Siguiendo este camino pasa el Cid por la
izquierda de San Esteban, a unos 4 ó 5 kilómetros. De ahí la apreciación del
verso 397: De siniestro sant Estevan una
buena cipdad.” Apoyando
la tesis de Timoteo Riaño y María del Carmen Gutiérrez se puede
manifestar con cierta precisión que el Cid entró en el término de Quintanilla
de Tres Barrios, siguiendo la Calzada Romana, por el paraje de la laguna de
Valdelpollo, junto a La Torrecilla. San
Esteban de Gormaz quedaría a su derecha a unos dos o tres kilómetros. Sigue por
el camino de Rejas (de San Esteban) en dirección al pueblo para posteriormente
tomar el antiguo camino de Matanza hasta el Pradillo, por donde badea el Arroyo
de la Dehesa, sube por el camino del Val hasta las eras del pueblo. Dejaría éste
a su derecha al cruzarlas y siguiendo en
línea recta cruza el camino de El Burgo, desviándose de la Calzada Romana cerca
del paraje de la Calzadilla, que queda
a su izquierda. Cruza el Arroyo del Torderón para seguir por la Majada de los Bueyes que va
a desembocar al camino de Alcubilla del Marqués, en las inmediaciones de la
Piedra Rodada. Por aquí seguirá el camino actual que le llevará al pueblo
cruzando la mojonera de ambos términos por la Cañada
Real, a un kilómetro de la Atalaya que se divisa a su derecha. No es
aventurado pensar, sin embargo, que Quintanilla fuera un pueblo ya asentado en
los albores de la repoblación del valle del Duero (siglos X-XI) en una zona
estratégica entre las posiciones cristianas y musulmanas. Verdadero artífice de
la reconquista de las tierras de Osma (año 933) y San Esteban de Gormaz (955)
fue Fernán González. En el año 1068 había hecho la repoblación del alfoz de San
Esteban del Extremo (que así se llamaba por entonces San Esteban de Gormaz) y
es probable que con buen fuero, del que se beneficiaría Quintanilla como núcleo
cercano. Muy lentamente se iniciaría el aprovechamiento, primero con ganado y
después con la repoblación de tierras situadas en su proximidad. Comenzaban a
gestarse las condiciones imprescindibles para el asentamiento, que lo más
probable es que no fuera de nueva creación sino aprovechando uno anterior, de
la época visigoda o romana, que quizá no llegase a desaparecer del todo tras la
irrupción de los árabes. La noticia o la fuente documental más
antigua que se conoce sobre Quintanilla de San Esteban data, precisamente, de
esta época (siglo X). Juan Loperráez Corvalán en su libro Descripción Histórica del Obispado de Osma nos habla de cierta
información recogida en el Libro de
Memorias y en la Tabla de Aniversarios de la Iglesia de San Miguel, de Quintanilla
de San Esteban, en cuya parroquia se hacía en todas las misas de los días
festivos un responso, que pagaba la villa de San Esteban, en memoria de la
condesa de Castilla, Sancha Ballestero, mujer de Fernán González,
reconquistador del alfoz de San Esteban allá por el año 955, “en agradecimiento
del prado que les dejó” a los vecinos de
Quintanilla (tomo II, pág. 410).
Reforzando estos datos, se conserva undocumento en el archivo municipal sobre un pleito que mantuvieron el Concejo de
Quintanilla y el Concejo de la Mesta por un terreno que la condesa Sancha
Ballestero donó para su repoblación al Concejo de Quintanilla de San Esteban
“con carga de ciertos aniversarios de que hacía demostración con el juramento
necesario por donde constaba haber sido tierra que se había labrado siempre y
así lo decía en la cláusula de dicho calendario y de derechos semejantes
escrituras y antigüedades que lo probaban de sobra…”. Sancha Ballestero, condesa
de Castilla, concedería cartas de población y privilegio a los repobladores
gozando de ciertas exacciones. Sobre esta base repobladora
debieron comenzar a florecer pequeños núcleos de población aislados en espacios
relativamente próximos que en determinados casos no tardarían en desaparecer.
La falta de fuentes documentales hace exclusivo el predominio de las orales que
sitúan a topónimos como La Torrecilla o
La Aldehuela, esta última en algún paraje
próximo a la Floriana o Prado Corral, a dos de los posibles asentamientos que albergara
el término municipal. La necesidad repobladora del valle del Duero pudo
implicar la coexistencia de los tres núcleos de población sobre la misma época
con un margen de tiempo muy corto, pero no existen datos que lo confirmen. En el caso concreto de La Torrecilla, su localización resulta más exacta. El lugar se
halla enclavado al oeste del término municipal, en el paraje conocido en la
actualidad como Valdelpollo, en los confines de Matanza y San Esteban de Gormaz.
Por sus inmediaciones, cruzando el término de oeste a este, transcurre la
calzada romana que unió Clunia con Uxama. Se conservan topónimos como La
Calzadilla, en parte de cuyo trazado han aparecido restos de materiales, en
concreto piedras labradas en la colada de la Majada de la Umbría, no muy lejos
del límite con Osma. Aunque no se posee documentación al
respecto, la tradición oral y los restos de materiales hallados in situ en el
pasado junto a La Torrecilla, han
dado origen a nombres de lugares como “Las Tejas” (en el mismo lugar donde
probablemente se levantara el pueblo) que ofrecen marcada referencia sobre su
ubicación. Su configuración sería la típica medieval custodiada por la torre
vigía que se alzara sobre un altiplano de suaves pendientes desde donde se
divisara una amplia panorámica, excepto por la parte norte. Topográficamente
posee unas medidas aproximadas de 140 metros de longitud por unos 60 de ancho y
una altura de 30 metros. Su orografía inicial se asemejaba a la fisonomía de un
perro. Por aquí situó el historiador Menéndez Pidal Espinazo de
Can, famoso topónimo que aparece en el “Cantar de Mío Cid”. El progresivo deterioro del terreno,
consecuencia de la actividad agraria, ha remodelado la estructura perdiendo su
condición de accidente geográfico un tanto abrupto y recortado como debió
aparecer a los ojos de sus pobladores. En la parte norte debió instalarse el
pueblo, junto al cual hubo una laguna de agua desecada años atrás. Probablemente su desaparición estuvo
determinada por las luchas campesinas en la época de crecimiento y
consolidación feudal (siglos X-XIII). En cualquier caso el número de habitantes
no debió sobrepasar la veintena de familias, las cuales pasarían a engrosar
otros núcleos de población. Datos menos fidedignos poseemos para situar La Aldehuela, topónimo hallado en algún
documento sin más precisión. Probablemente no estuviera lejos del paraje
conocido como Prado Corral. Muy próximo a este lugar se encuentra la Piedra
Rodada donde se han encontrado restos de lo que pudo ser un establecimiento
poblacional. El subsuelo está perforado por una galería que pudiera haber
estado conectada a tres recipientes redondos fabricados con argamasa (como el
de las atalayas) de aproximadamente dos metros de diámetro que se hallan en el
lugar. Lo más probable es que fueran depósitos para recoger el agua pero no se descarta que fueran graneros. Hoy por hoy no dejan de ser restos
arqueológicos (en cierto modo ya excavados). Es aventurado pensar que aquí llegara a haber un asentamiento pero no improbable.
Un asentamiento que en todo caso no tendría demasiada trascendencia ni continuidad
y cuya desaparición vendría originado por la inseguridad, contiendas civiles,
epidemias o simples roces con pueblos próximos.
De haber coexistido en
el tiempo, ya por entonces la preponderancia de uno de los núcleos, Quintanilla, se iría consolidando
paulatinamente y es muy probable que acabara absorbiendo al resto de los
pobladores de los otros asentamientos. No se descarta la acción de su
desaparición por causas trágicas o violentas. Incluso pudo haber ocurrido lo
mismo con la actual Quintanilla y su
actual delimitación con respecto a su primitivo origen. Restos han aparecido
junto a la actual iglesia de lo que pudo ser un cementerio. Se pueden delimitar
dos zonas dentro del recinto: la que correspondería a la parte más antigua y la
más reciente. El núcleo comenzaría a gestarse de oeste a este puesto, pues ha
sido en esta zona donde se han encontrado muestras típicas de construcción, por
ejemplo casas con tejadillos a la entrada, lagares, bodegas, etc. Ningún
vestigio de arte aparece en el lugar en una zona repoblada de románico. Una
iglesia de la época moderna (siglo XVI-XVII) y una atalaya (construida en el
siglo X) en plena línea fronteriza del
valle del Duero son los dos únicos vestigios de arquitectura de cierta
consideración. En cambio sí tenemos
noticias de ciertas escaramuzas
ocurridas en su término. Cuentan las crónicas que en el año 1325 Valdecastilla
fue escenario de un ajuste de cuentas entre partidarios de diferentes nobles.
Todo se debió a un error. Sucedió que
estando oyendo misa en el convento de San Francisco de Soria el noble Garci
Laso de la Vega (que no se corresponde con el gran poeta y soldado militar Garcilaso
de la Vega –Toledo, 1501-Niza, 1536-, aunque sí pudiera proceder de la misma
rama) le mataron los de la ciudad, junto a alguno más de sus allegados, porque
pensaron que iba a tomar Soria. Fueron
veintidós infanzones de la casa del Rey Alfonso XI, los cuales al darse cuenta
del gran error cometido corrieron a Medina del Campo para contarle al rey lo
sucedido y que por ello huían del reino. Alfonso XI les perdonó y les
tranquilizó diciéndoles que regresaran a Soria que nada les iba a ocurrir. Y
para mayor seguridad mandó a dos de su guardia personal, Gregorio Ruiz y al
propio hijo de Garcilaso (cuenta el cronista que ambos eran hermanos), que les
acompañasen. Gregorio Ruiz no quiso hacerlo pero el rey (que por entonces
contaba con 14 años y recién estrenada su mayoría de edad) les aseguró que
podían ir tranquilos que sus cabezas estaban a salvo. Partieron de Medina del
Campo hacia Soria y estando comiendo en Valdecastilla
llegó Gregorio Ruiz, que venía persiguiéndoles, y mató a catorce de los más
importantes, entre ellos a uno de Morcuera
(pueblo del Obispado no muy lejano
del lugar), principal causante de la muerte de su padre. Por este motivo de
desobediencia y traición, Gregorio Ruiz se fue huyendo al reino de Aragón y
estuvo allí hasta la batalla del río Salado (30-10-1340) en que pidió clemencia
a Alfonso XI para poder participar en ella el tiempo que durase. El rey le dio
su beneplácito. (Extraído de la “Suma de
Crónicas de los Reyes de Castilla é León desde el Rey D. Pelayo hasta el Rey D. Juan el II”.
pág. 22). También hubo
personajes de cierto renombre. Una noticia que confirma la plenitud existencial
de Quintanilla de San Esteban en el siglo XV aparece en el testamento del
insigne Maestro Pedro de Osma (muerto
en Alba de Tormes, el 16 de abril de 1480). En él se dice: “mando que se pague
a mi sobrino, Juan Ruy Pérez, de
Quintanilla de San Esteban, término colindante con el de Osma, dos mil
maravedíes…” (Zamora Lucas, F. “Pedro Martínez de Osma, gloria insigne de
nuestra tierra”. Celtiberia, VII, 1957, págs. 171-198). Al respecto, y sin que
ello asevere la identidad sobre la misma persona, Loperráez Corvalán, dice: No
atreviéndome a incluir en el gobierno de ella (Osma) a Ruy Peiret que hallo por
un sello de bronce que se encontró en una heredad cercana a esta ciudad el año
de mil setecientos setenta y cinco que se nombraba Roy Peiret d’Osma, teniendo en medio abierta una cruz roja de
hechura de la de Calatrava” (Descripción histórica del Obispado de Osma, tomo
II, pág. 211). Se trate o no de la misma persona hay que pensar en el poder
económico y social que supondrían dos mil maravedíes en un núcleo de población
tan pequeño y con una base económica y social poco desarrollada basada en la agricultura y en
la ganadería. Al margen de estas fuentes y noticias, el
documento más importante hasta ahora descubierto con que cuenta el devenir
histórico de Quintanilla de Tres Barrios se encuentra, como queda dicho, en el
Archivo municipal. Se trata de un manuscrito sobre el pleito que mantuvo el
Concejo del pueblo con el Honrado Concejo de la Mesta entre los años 1598 y
1600). Las acusaciones fueron formuladas contra “el conceço e offiçiales de
Quintanilla de Santisteban en que dixo que los susodichos acusados de su
autoridad tenían nuevamente rrompido e ocupado de primera e nueva rotura cada
uno de los susodichos un pedaço de tierra que era en cantidad de veynte y seis
ffanegas de sembradura lo cual tenían hecho en su término en el pasto, maxada e
descansadero y aprovechamiento e passo de los ganados de los Hermanos del
Conçexo de la Mesta sus partes por donde en cada un año yban e venían a los
extremos e tierras y a otras partes…”. La roturación y labranza del terreno
conocido como Fuente Ximeno que se entendía por parte de la Mesta como cañada
real se encuentra enclavada en lo que en la actualidad se denomina “Fuente de
los Cantesares”, próximo a la Atalaya. Por aquí pasaba un ramal –Cañada Real
Occidental Soriana- que iba a desembocar a una de las grandes cañadas reales,
concretamente a la Central o segoviana, cuyo entronque se unía por la umbría de
la sierra de Guadarrama. Esta cañada partía de tierras de Cameros. Ya se ha mencionado la concesión de este
terreno al Concejo de Quintanilla por parte de la Condesa de Castilla, Sancha
Ballestero, mujer de Fernán González. Las primeras diligencias del contencioso
tomaron contacto en la Real Chancillería y Corte de Valladolid el día 30 de
mayo de 1598, siendo alcalde entregador de Mestas y cañadas el licenciado
Cabrera Girón, ante quien se presentó en la villa de San Esteban de Gormaz,
Pedro de Salazar, procurador por el Concejo y vecinos de Quintanilla de San
Esteban, y Antonio de Perlines por el del Honrado Concejo de la Mesta. Ante
ellos se personó Sebastián Gil (probablemente el alcalde) en nombre y en
defensa de los intereses del pueblo. Su exposición de los hechos no debió ser
de conformidad de la parte opuesta quienes dictaron sentencia definitiva el 17
de junio de 1598 en la villa de Torralba, condenando al pueblo de Quintanilla a
que dejasen libre el terreno para aprovechamiento de la cabaña Real so pena del
pago de 20.000 maravedíes. Y por haber incurrido en un hecho injustificado les
fue impuesta una multa de 6.000 maravedíes, más las costas correspondientes.
Interpuso la correspondiente apelación el Concejo de Quintanilla alegando agravios
contra las penas impuestas mediante una carta firmada por los vecinos del
lugar: Sebastián Gil y Juan Martínez, como regidores; Francisco Sancho,
Francisco de Miño, Juan Gil el Viejo y Juan Gil el Mozo, Miguel de Burgos,
Andrés de Huerta, Gabriel, de Juan Gil (se supone que el hijo), Juan de
Hernando, Miguel de Arriba, Juan de Alonso y Juan de Miño en nombre propio y de
los demás vecinos. La
sentencia definitiva la fallaría la Chancillería de Valladolid a favor del
Concejo de Quintanilla revocando la sentencia anterior de la Mesta “e haçiendo
xustiçia absolvemos al dicho conçexo e veçinos de Quintanilla de Sanctisteban
sean devueltos y restituidos todos los bienes e maravedis que por raçón dello
les hayan sido tomados… E por esta nuestra sentençia definitiva ansi lo
pronunçiamos e demandamos el licenciado Figueroa Maldonado, el licenciado Juan
Gonçalez de Solorçano, el licenciado Ayala”. Contencioso que habría de durar
dos años hasta la definitiva resolución y que supuso una gran victoria para
Quintanilla contra toda una organización como el Concejo de la Mesta. Tierras
estas que fueron concedidas para su repoblación por parte de Sancha Ballestero
y por tanto privadas que no como aprovechamiento de la Mesta. De aquí lo del
responso en todas las misas. Hacia el año1650 Quintanilla dejaría de ser
arrabal de San Esteban de Gormaz para pasar definitivamente a denominarse de
Tres Barrios, sin que se sepa si la denominación de “los tres barrios” provenga
de los posibles núcleos existentes en la demarcación del término o bien fuera
debido a la configuración del propio recinto urbano. Quizá sea más cierto lo
último que lo primero. Por entonces se construiría la iglesia de San Lorenzo Mártir, patrón del pueblo,
dejando de pertenecer la jerarquía eclesiástica a la de San Miguel, de San
Esteban de Gormaz, y la ermita de Nuestra
Señora de la Fuente –con tal nombre aparece en algunos documentos por el
mero hecho de estar ubicada junto al que durante mucho tiempo fue el
abastecimiento principal del pueblo-, en la que se venera a la Virgen de la Piedra, patrona del lugar. En
la iglesia se hallan algunos vestigios que pueden ayudar a situar a Quintanilla
dentro de un contesto milenio. En el artesonado del techo del ábside se pueden
ver las pinturas de varios escudos de armas nobiliarias que inducen a pensar en
la procedencia de sus apellidos. Falta por llevar a cabo un exhaustivo trabajo
de investigación sobre el tema. Igualmente se pueden ver tres tallas de la
Virgen, y de un Cristo de gran valor. El Cristo de la Misericordia se encuentra
en uno de los altares laterales y es una talla de suma belleza. Su estilo es de
transición, de finales del gótico y comienzos del renacimiento (siglos XV-XVI).
Escultura de una factura fantástica, la cabeza de un asombroso realismo de rasgos
judíos, gesto indolente en posición frontal y erguida, con barba y facciones
calmadas, así como otros detalles de su figura que denotan gesto y
originalidad. Esta magnífica pieza de arte hace pensar que hubo una anterior
iglesia a la actual, que es del siglo XVIII.
Además, en la iglesia se encuentra una losa
colocada sobre el dintel de la puerta interior en la que puede leerse la fecha
de 1586 junto con algunas inscripciones y símbolos más. Todos y cada uno de
estos vestigios pueden desvelar el oscurantismo de su historia. En
cuanto a la ermita los únicos datos disponibles es que fue restaurada en 1847
tras un informe emitido por el párroco sobre la última visita pastoral,
acaecida en el año 1827, y en el que hacía mención al estado regular de
decencia. La obra fue llevada a cabo por el arquitecto de El Burgo de Osma,
Lorenzo Gil, en 1.570 reales, materiales y peones por cuenta del pueblo. La información más abundante que se posee se
remonta al siglo XVIII y en concreto al Catastro del Marqués de la Ensenada.
Datos de extraordinario valor para el estudio económico y social. En él se hace
constar que el lugar es de señorío y que pertenecía a la Marquesa de Villena (hoy lo sería de la Duquesa de Alba) quien percibía
derechos de tercias, martiniegas y alcabalas por valor de 1.250 reales de
vellón anuales “que goza y percibe de tiempo inmemorial a esta parte que no
saben con qué título ni porqué razón”. El estamento eclesiástico controlaba la
práctica totalidad de los beneficios por impuestos directos e indirectos que
gravaban sobre bienes muebles e inmuebles. La explotación de los 21 labradores,
3 pastores, 1 sastre, 1 tejedor, 1 herrero, 1 sacristán y 7 tratantes de ganado
que por entonces tenían su profesión en Quintanilla de Tres Barrios llegó a ser
agobiante, teniendo que recurrir en ocasiones a préstamos practicados a un alto
tipo de interés –hasta un 175 por ciento- para poder subsistir. Sirva como
ejemplo los siguientes datos cuyos intereses, que ascendían a 313 reales
anuales pagados a sus prestamistas, iban a parar a las siguientes personas e
instituciones: Lorenzo Calderón, residente en San Esteban de Gormaz tenía
prestado 1.334 reales a un interés del 40%; Convento de San Jerónimo, de
Espeja, tenía prestado 5.500 reales a un interés del 175%; la Iglesia
parroquial de Quintanilla, 1.650 reales, al 49,50%; la Iglesia de Osma, 1.100
reales al 33%; y la Capellanía parroquial de Matanza, 550 reales al 15,50%. El
capital total del producto bruto ascendía a 37.763 reales con lo que la renta
per cápita familiar se colocaba en los 1.224 reales para cada uno de los 30
vecinos del pueblo, aproximadamente unos 150 habitantes, cifra confirmada por
Madoz en su “Diccionario”. Y si con la iglesia hemos topamos hay que
hacer mención a los beneficios acaparados por la jerarquía eclesiástica
(Cabildo de la Iglesia de Osma, Arcipreste de la villa de San Esteban de
Gormaz, Seminario de la villa de El Burgo de Osma, Iglesia parroquial de
Quintanilla) y la Marquesa de Villena.
Todos ellos se llevaban el suculento pastel que pagaba el labrador sufragando
la cantidad de seis celemines de cada especie de grano recolectado y que
anualmente representaba 22 medias de trigo, 22 de centeno, 18 de cebada y 22 de
avena, correspondientes a 22 labradores y al Concejo del lugar, lo que suponía
un desembolso de 349 reales por contribuyente. El sueldo diario del labrador
estaba en torno a los 2 reales, el del sastre y tejedor 4, el del pastor, 1,5 y
el del sacristán, 1,2; herrero y guarda apenas llegaban a 1 real diario. (Torre
García, L. Estudio socio-económico de un municipio al mediar el siglo XVIII:
Quintanilla de Tres Barrios. Celtiberia, núm. 66. págs. 277-304. 1983). Uno de los documentos de mayor relevancia
para el estudio socio-económico de Quintanilla de Tres Barrios es la
desamortización eclesiástica (en concreto la llamada Ley Madoz y la
Desamortización de Mendizábal) que tuvo lugar hacia el año 1868. Las ventas,
todas ellas propiedad del clero secular, pertenecían íntegramente al Hospital
de El Burgo de Osma gracias a las anexiones, donaciones y percepción de rentas
en forma de diezmos que tenían adscritas estas capellanías. En total 38 tierras
de labor adjudicadas en arriendo al único postor de la subasta, Valentín
García, vecino de la población en la cantidad de 59 escudos anuales.
Anteriormente, Bernabé Romero tenía fincas arrendadas al clero por valor de
3.001 reales anuales. No se sabe con exactitud si se trataba de las mismas
propiedades. Para hacerse una idea de lo que recaudaba el clero y otros anexionados en cuestión de capellanías, heredades, racioneros y rentas agrarias sirva la siguiente relación: Monjas de Aranda ( en 1785); Iglesia de Quintanilla; Racioneros de El Burgo de Osma; Hospital de El Burgo de Osma; La Capellanía; Renta Bermea; Renta de Gasco; Renta de Ochoa; Renta de Artisana; Renta de la Margarita; Renta de Peñaranda; Renta de don Eustaquio Marqués (de San Esteban de Gormaz); Renta de El Ribero (año 1853); Renta de Antonio Bravo; Renta de Antonio Diez. Todos ellos eran los agraciados. Por último, repasar a voleo la población que entre líneas se ha podido extraer en cuanto al número de habitantes debido a la escasez de datos al respecto. Por el pleito de Fuente Ximeno conocemos que al menos 13 vecinos vivían en Quintanilla, lo que supone aproximadamente unos 60 o 65 habitantes. En 1572 el Catastro del Marqués de la Ensenada nos habla de 32 vecinos, entre 128 y 150 habitantes. En 1834, Pascual madoz, en su "Diccionario Geográfico Estadístico Histórico de España" nos detalla en número de habitantes, 157, y su distribución por edades y sexos. En 1848 baja el número de vecinos a 27 y el de habitantes a 150. Carmelo Salvador en su libro " Soria 1860-1936" nos da el número de habitantes para cada uno de los años de este periodo. Entre 1857 y 1930 el padrón irá oscilando entre los 381 y 322. Será a partir de los años 60 cuando la sangría poblacional comienza ha hacer mella y el pueblo irá perdiendo decenas y decenas de habitantes hasta quedar muy limitado en la actualidad. |